
La vocación escultórica de Sebastián Santos se despertó con ocho años, edad en la que ya empezó a modelar en barro. En 1919, se traslada a Sevilla, donde tras cursar sus estudios escolares y hacer el servicio militar, comenzó su aprendizaje artístico en la Escuela de Artes y Oficios. Teniendo como maestros, entre otros, al pintor Gonzalo Bilbao. Tras compaginar estas enseñanzas con el estudio práctico, en el obrador del ceramista Pedro Navia, abrió su propio taller en la Calle Castelar.
Sebastián Santos fue para muchos el imaginero andaluz del siglo XX que más y mejor supo captar las esencias de los maestros de la escultura sevillana del seiscientos, en especial la profunda unción sagrada de las creaciones de Martínez Montañés, dinamizándola con el arrebatado patetismo impuesto por Juan de Mesa sin traicionar su plástica personal, cuya sencilla espiritualidad se halla muy acorde con los postulados del maestro de Alcalá la Real.