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El cuadro de San Fernando de Murillo para la Catedral de Sevilla

Una de las obras más importantes que atesora la Catedral de Sevilla es el retrato de San Fernando que Bartolomé Esteban Murillo realiza hacia 1671, con motivo de la Canonización del Santo Rey, aprobada por Clemente X el 4 de Febrero de ese año, en cuyo proceso tuvo protagonismo al actuar como testigo. Y en cuyas fiestas participó activamente como pintor escenógrafo.

El cuadro fue dejado en herencia a la Catedral por el medio racionero Bartolomé Pérez Ortiz, primo hermano de Murillo, quien seguramente la encargó para su oratorio privado.

El Santo Rey aparece sobre un fondo oscuro, representado de medio cuerpo a tamaño natural, como un hombre maduro en actitud contemplativa. La obra muestra una composición triangular, que confiere a la imagen un sentido ascendente, que queda reforzado por la mirada dirigida al cielo y por la espada.

No aparece vestido como un rey medieval, sino que va a la moda de los Austrias del siglo XVII, luciendo armadura sobre la cual porta el manto regio con brocados dorados. Además de la esclavina y el envés de armiño, que se cierra al centro con un broche dorado.

Lleva en su mano derecha la espada, la mítica Lobera que se conserva en la Capilla Real de la Catedral, que simboliza su dominio sobre los musulmanes. Con su mano izquierda sostiene un orbe, símbolo de su poder terrenal que, al ser de color azul, hace alusión a la santidad del rey, ya que este color simboliza la elevación del alma hacia Dios. En el pecho se vislumbra bajo el manto una cadena de oro de eslabones rectangulares con un medallón que representa a la Virgen de los Reyes.

El retrato se completa con la corona que San Fernando porta como rey y el nimbo que alude a su santidad.

Fuentes bibliográficas:

archisevilla.org

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