Superposición del sitio

La leyenda de las Santas sevillanas Justa y Rufina

Era costumbre celebrar una vez al año una fiesta pagana en honor a Venus y en la que se rememoraba el fallecimiento de Adonis. Se recorrían las calles de la ciudad con la figura llevada a hombros, molestando al público y exigiendo inmensas limosnas para la fiesta. En cierta ocasión, los paganos llegaron a casa de Justa y Rufina exigiendo el dinero correspondiente, pero las hermanas se negaron a pagarlo por ser el fin de éste contrario a su fe, y no sólo esto sino que decidieron hacer añicos la figura de la diosa, provocando de esta manera el enfado general de las devotas que se lanzaron hacia ellas.

El Prefecto de Sevilla, Diogeniano, mandó encarcelarlas, animándolas a abandonar sus creencias cristianas si no querían ser víctimas del martirio. Pero las santas se negaban a pesar de las amenazas, sufriendo distintas formas de tormentos y torturas. Diogeniano esperaba que el trato que se le daba a ambas fuera suficiente para que renunciaran a su fe, pero no era así ya que su capacidad de aguante era infinita. Viendo que no surtía efecto el castigo las encerró en una cárcel donde sufrirían las penalidades de hambre y sed.

Estoicamente sobrevivieron a su condena, por lo que fueron castigadas, de nuevo, esta vez debían caminar descalzas hasta llegar a Sierra Morena, teniendo la suficiente fuerza para conseguir el objetivo. Viendo que nada las vencía fueron encarceladas hasta morir, la primera en fallecer fue Santa Justa, siendo arrojado su cuerpo a un pozo. El cuerpo fue recuperado poco tiempo después por el obispo Sabino.

Una vez que hubo acabado con la vida de Justa, Diogeniano creyó que Rufina sucumbiría a sus deseos con más facilidad. Pero no lo consiguió, ya que decidió acabar con su vida de la forma más lúgubre en aquellos tiempos. La llevó al anfiteatro y la dejó a expensas de un león para que la destrozase. La bestia se acercó, y lo más que hizo fue mover la cola y lamer sus vestiduras como haría un animal de compañía.

El Prefecto no aguantó más, la mandó degollar y quemar su cuerpo. Nuevamente tras este hecho el obispo Sabino recogió los restos y lo enterró junto a su hermana.

La Fe Cristiana, ante todo…

Deje su comentario

comments