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La Inmaculada de la Capilla Sacramental de la Parroquia de la Magdalena

El Capitán Miguel Beltrán de Benavides otorgó testamento el 31 de Marzo de 1677 en el que refrendaba todas las cláusulas de un codicilo anterior firmado el 10 de Agosto de 1676. Allí declaraba que “quando vine de la Nueva España traxe por mi amparo una santa ymaxen de la Concepción Santísima de Nuestra Señora de talla, que di a la Hermandad del Santísimo Sacramento de la Parrochia de Santa María Magdalena, en ocasión que se estava disponiendo Capilla para trasladar el Santísimo Sacramento, y en el retablo nuebo de dicha Capilla se colocó su Majestad con la traslación del Señor por el mes de julio del año pasado de mill y seiscientos y sesenta y nuebe, estando al cuidado del Contador Antonio del Castillo (por su devoción) la reparazión de la Capilla y el retablo que se hizo nuebo y la traslación que se hizo con la desenzia y el ornato posible. Y en reconocimiento de las mercedes que he recibido de Nuestra Señora por su intercesión, quiero y es mi voluntad, que perpetuamente, cada año, en el día de su Concepción Santísima, a ocho de Diciembre, se le haga su Fiesta, dando principio desde la víspera, puesta la Santa Imagen en la Capilla Mayor, en las andas; para lo cual tiene Nuestra Señora parihuela, urna y faldones de seda que llaman sarga de plata y azul; llevan la Imagen sacerdotes y las procesiones se hacen como las del mes del Santísimo, con asistencia de los Señores Alcaldes, y la Hermandad”.

Tras la entronización de la Hermandad Sacramental de la Magdalena en el antiguo Convento de San Pablo, la escultura de la Inmaculada se colocó, en principio, en el retablo de las Ánimas Benditas del Purgatorio, situado en la nave del Evangelio del templo, para ocupar después, a partir de los años sesenta del pasado siglo XX, el interior del manifestador del retablo mayor parroquial.

La efigie mariana se yergue con acusada verticalidad sobre una peana de nubes tachonada por cuatro cabezas angélicas, de la que sobresalen las apocalípticas puntas selénicas en cuarto creciente. Bajo los pliegues de la túnica, adornada con ramos florales, se asoman los pies calzados de la Virgen. Un ampuloso manto de quebradizos y artificiosos pliegues envuelve la figura, terciándose en diagonal por el frente, y constituyendo la nota más barroquista del conjunto. Los colores de ambas prendas son los que se imponen en esta iconografía a partir de la visión del jesuita Martín Alberro y de la franciscana Santa Beatriz de Silva: el azul para el manto y el blanco para la túnica, que en este caso presenta unas amplísimas mangas terminadas en pico. La Inmaculada gira su rostro juvenil hacia la diestra, mientras que sus manos, unidas por las yemas de los dedos, se dirigen hacia el lado contrario. Sobre su cabeza luce una corona de plata sobredorada, fechable a fines del siglo XVII, al tiempo que una ráfaga decimonónica de plata rodea su cuerpo. Buena parte de su estofado ha sido añadido en el curso de la restauración que se le practicó a la imagen en 1992 por parte de José Rodríguez Rivero-Carrera.

Fuentes bibliográficas:

sacramentaldelamagdalena.blogspot.com

rpmagdalena.org

-Real Parroquia de Santa María Magdalena: Guía breve de su patrimonio artístico (José Roda Peña).

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