Tras la entronización de la Hermandad Sacramental de la Magdalena en el antiguo Convento de San Pablo, la escultura de la Inmaculada se colocó, en principio, en el retablo de las Ánimas Benditas del Purgatorio, situado en la nave del Evangelio del templo, para ocupar después, a partir de los años sesenta del pasado siglo XX, el interior del manifestador del retablo mayor parroquial.
La efigie mariana se yergue con acusada verticalidad sobre una peana de nubes tachonada por cuatro cabezas angélicas, de la que sobresalen las apocalípticas puntas selénicas en cuarto creciente. Bajo los pliegues de la túnica, adornada con ramos florales, se asoman los pies calzados de la Virgen. Un ampuloso manto de quebradizos y artificiosos pliegues envuelve la figura, terciándose en diagonal por el frente, y constituyendo la nota más barroquista del conjunto. Los colores de ambas prendas son los que se imponen en esta iconografía a partir de la visión del jesuita Martín Alberro y de la franciscana Santa Beatriz de Silva: el azul para el manto y el blanco para la túnica, que en este caso presenta unas amplísimas mangas terminadas en pico. La Inmaculada gira su rostro juvenil hacia la diestra, mientras que sus manos, unidas por las yemas de los dedos, se dirigen hacia el lado contrario. Sobre su cabeza luce una corona de plata sobredorada, fechable a fines del siglo XVII, al tiempo que una ráfaga decimonónica de plata rodea su cuerpo. Buena parte de su estofado ha sido añadido en el curso de la restauración que se le practicó a la imagen en 1992 por parte de José Rodríguez Rivero-Carrera.
Fuentes bibliográficas:
–sacramentaldelamagdalena.blogspot.com
-Real Parroquia de Santa María Magdalena: Guía breve de su patrimonio artístico (José Roda Peña).