Bartolomé Esteban Murillo pintó esta Inmaculada en torno a 1678. Parece ser que fue la última de una larga serie de Inmaculadas, en las que plasmaba una misma idea.
Aparece la Virgen María, vestida de blanco con manto azul, con las manos cruzadas sobre el pecho, sobre una luna, y con la mirada hacia el cielo. Completa la escena un numeroso grupo de ángeles.
Lo peculiar de este cuadro, es que no aparecen los típicos símbolos de las Letanías Lauretanas, muy relacionadas con la iconografía inmaculista.
La obra fue un encargo de Justino de Neve, canónigo de la Catedral de Sevilla, fundador del Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla, y amigo de Murillo.
El cuadro fue robado de la instalación hospitalaria, durante la Guerra de la Independencia, por el Mariscal Soult quien la llevó a Francia. En 1852, el Museo del Louvre la compra, y está expuesta en dicho museo durante casi un siglo. Inexplicablemente, durante este periodo, la obra de Murillo fue perdiendo valor y prestigio. Lo que llevó a las autoridades francesas a aceptar un intercambio de obras de arte con las autoridades españolas en 1941.
Lamentablemente, el cuadro se quedó en el Museo del Prado de Madrid, y no volvió a su lugar de origen, el Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla. Si estuvo temporalmente en dicha institución entre Octubre de 2012 y Enero de 2013 2009, para formar parte de la exposición «Murillo y Justino de Neve. El arte de la amistad».
Fuentes bibliográficas: