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Exposición «Toma tu Cruz y sígueme. La Hermandad de la Vera Cruz a través de su cortejo procesional»

25/enero - 16/febrero

Del 25 de Enero al 16 de Febrero, la Hermandad de la Vera Cruz organiza en el Círculo Mercantil (Calle Sierpes nº 63), la exposición «Toma tu Cruz y sígueme. La Hermandad de la Vera Cruz a través de su cortejo procesional».

Horario: de 11 a 14, y de 17 a 21 horas.

La Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla se funda el 9 de Mayo de 1448, en el Convento Casa Grande de San Francisco (actual Plaza Nueva), para dar culto a la Verdadera Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Sus primeras reglas serán aprobadas en 1501 por D. Fernando de la Torre, Provisor del entonces Cardenal Arzobispo de Sevilla Diego Hurtado de Mendoza. Se estableció en una pequeña capilla situada a la entrada del convento, junto a la portería, lo que le proporcionaba cierta independencia con respecto a la actividad de la comunidad franciscana. Sin embargo, el gran auge que pronto experimentó la cofradía hizo que en 1478 se trasladase a otra capilla más espaciosa, en el interior del recinto.

La primera salida procesional la efectúa en el año 1468, despertando tal admiración por su ejemplaridad y fervor, fruto de la espiritualidad a la que obligaban sus reglas y estatutos, que muy pronto comenzaron a fundarse por todos los pueblos y ciudades circundantes nuevas hermandades con idéntico título y adoptando sus mismas reglas, sobre todo allí donde existían conventos franciscanos.

En el primer tercio del siglo XVI, se suscita una controversia sobre la conveniencia de que existieran los disciplinantes en las procesiones y sobre si ello contribuía a la ejemplaridad y fervor que tales procesiones debían ofrecer. Dicha cuestión se resolvió el 7 de enero de 1536, con una resolución del Papa Paulo III, transmitida de viva voz (vivae vocis oraculo) al Cardenal del título de Santa Cruz de Jerusalén, Francisco de Quiñones, por la que el Papa concede importantes gracias e indulgencias a todos los cofrades de la Vera Cruz que asistieren con penitencia o luz a la procesión del Viernes Santo. Esta resolución, recogida por escrito por el Cardenal, fue seguidamente remitida el 5 de febrero de 1536 a la Cofradía de la Vera Cruz de Toledo, junto con una carta del Doctor Pedro Ortiz, en la que explicaba las razones de tales privilegios y daba normas para su disfrute a ésta y al resto de cofradías que bajo el título de la Vera Cruz se habían fundado en España. En estos términos, y siguiendo la costumbre ya iniciada en Sevilla años atrás, quedó establecido el hacer Estación de Penitencia en la tarde-noche del Jueves Santo, saliendo a las diez de la noche y haciendo estación en el Sagrario del Convento de San Francisco, en la Santa Iglesia Catedral y en los templos del Salvador, la Magdalena y San Pablo, recogiéndose alrededor de la una de la madrugada.

Otras Bulas y Privilegios siguieron a éstos, como la Carta de Hermandad con la Orden Seráfica concedida el 28 de Mayo de 1543 por el Superior General de la Orden Franciscana, Fray Juan Calvo, quien extiende desde Logroño una cédula a favor de todos los cofrades de la Vera Cruz por la que se hacen partícipes de todos los bienes espirituales y méritos que la Orden ganase por sus buenas obras. En años sucesivos, los Papas Pío IV y Gregorio XIII conceden nuevos beneficios, gracias e indulgencias a la cofradía, lo que hace que, junto con la fama y admiración que despertaban sus cultos y sus numerosas obras caritativas, así como el de ser una de las más ricas y antiguas de la ciudad, se convierta en una de las primeras de ellas y modelo de imitación de muchas cofradías que se fueron fundando en esos años en el antiguo Reino de Sevilla. De igual forma, en 1562, mereciendo la Hermandad la admiración, estima y devoción del Rey Felipe II, lo acoge entre sus hermanos, disfrutando con ello de su protección real.

Ante tal cúmulo de gracias y prerrogativas disfrutadas por la corporación, numerosas personas ilustres y principales ingresan en ella, alcanzando tal volumen e importancia el caudal dedicado a sus obras asistenciales que los oficiales de su Junta resultan insuficientes para su gobierno y es necesario crear una Comisión de Hacienda, aprobándose en 1565 unas reglas separadas para regular la administración de sus bienes y los cargos de administradores y tesoreros.

Reconocimiento de tal antigüedad y admiración queda recogido también en la crónica de la traslación de la Virgen de los Reyes y Cuerpo de San Fernando al término de las obras de la Capilla Real Catedralicia en 1579. Para tan significativo acto, la ciudad se unió en una gran procesión, en la que precedían las cofradías existentes. Ocupando los últimos lugares iban las más antiguas en la que la Vera Cruz hacía el número veintiséis, cerrando el cortejo.  Igualmente, a comienzos del siglo XVII y ante el elevado número de cofradías se decreta la reducción y fusión de muchas de ellas. No obstante, la de la Vera Cruz, por ser tan principal y antigua, no se vio afectada por ello. También tuvo un reconocimiento especial en el Sínodo celebrado por el Cardenal Niño de Guevara en 1604 donde se señalaron las horas para las procesiones de disciplina, obligando a que se realizasen todas de día, exceptuando la Cofradía de la Vera Cruz, que permaneció con su misma hora de salida gracias a las bulas y privilegios concedidos por diferentes pontífices. Era privilegiada, además, en el propio Convento de San Francisco, cuyo Provincial, el Padre Benítez, le concedió una Patente el 27 de Noviembre de 1628, por la cual sería la única cofradía de sangre admitida en dicho Convento.

En 1631 se nombran para el Gobierno de la Hermandad cuarenta Diputados Perpetuos entre personas ricas y sobresalientes de Sevilla y, posteriormente, en 1651 amplía su capilla por haberse quedado pequeña para sus muchas y concurridas celebraciones. Esta ampliación consistió en la anexión de la colindante Capilla de San Pedro, propia de D. Alonso Núñez de Arroyo y sus herederos, resultando un espacio tan amplio y tan ricamente adornado que el cronista Ortiz de Zúñiga asegura que más que capilla le convenía mejor el nombre de segunda iglesia.

Por su capacidad y hermosura, esta nueva capilla tenía en su interior varias capillas o altares, decorados con pinturas de Herrera el Viejo, Pacheco y Murillo, existiendo constancia documental de que este insigne pintor era hermano de la Cofradía, como también lo fue el escultor Juan de Mesa, autor de la imagen de Jesús del Gran Poder o el Cristo del Amor, entre otros muchos. Además, el templo se complementaba con sala de cabildos, sacristía, casa-habitación del capiller, almacén para los pasos, fábrica de velas, oficina de secretaría y hasta un pequeño jardín.

Tuvo también la Hermandad algún contratiempo con los PP. Franciscanos en cuyo convento residían. Concretamente, el día 3 de Mayo de 1680, el Padre Guardián quiso cambiar el orden de la Procesión de la Santa Cruz, quitándole la prioridad a la Hermandad, celebrándose la Función en la iglesia del Convento y no en la capilla, que era para lo que se dedicaba la Fiesta y en la que se ganaban los Jubileos. Ante esto, los diputados decidieron cerrar la capilla y seguir la vida de hermandad fuera del convento, celebrando los cultos en la antigua Iglesia de Santa Cruz, hasta que no se arreglase la situación. Se nombró una comisión de hermanos que contactó con el Padre General de los Franciscanos y éste dio la razón a la Hermandad, volviendo a su Capilla el 11 de julio de 1691, celebrando una fiesta con gran solemnidad. A raíz del episodio con los Franciscanos, se dejó de hacer la Estación de Penitencia, no volviéndola a reanudar hasta el año de 1714, construyendo para la ocasión los pasos y enseres nuevos, realizándola con regularidad hasta el año 1810, en el que los franceses invadieron Sevilla.

Siguiendo lo ordenado por el Consejo de Castilla, por el que todas las Hermandades habían de tener la aprobación de éste, conforme a una nueva normativa dictada por el mismo, la Hermandad tuvo que hacer unas modificaciones u ordenanzas a sus reglas, aprobándose en 1804 por este Consejo.

En 1810, los ejércitos invasores franceses se apoderan del Convento de San Francisco y de la Capilla de la Vera Cruz, teniendo la Hermandad que salvar apresuradamente sus imágenes y patrimonio por cuanto un pavoroso incendio destruyó todo el recinto. Dos años más tarde, terminada la guerra, los franciscanos vuelven al convento y con ellos la Cofradía de la Vera Cruz, que en esta ocasión tiene que instalarse en otra capilla, conocida como la de la Concepción de los Burgaleses, donde prosigue sus cultos. Hay constancia de que en 1832 vuelve a salir la Cofradía, estrenando un nuevo paso para el Cristo y un segundo paso para la Virgen de las Tristezas. Mas, restaurada e inaugurada su Capilla propia el 3 de Mayo de 1840, nuevamente ha de abandonarla de forma apresurada por cuanto en el mes de septiembre el nuevo Ayuntamiento, surgido de la Revolución de aquel año, obliga a la comunidad franciscana, y con ella a la Cofradía, a abandonar el convento para ser demolido y urbanizar en su lugar lo que hoy constituye la Plaza Nueva y sus aledaños.

En estas dos salidas obligadas del Convento de San Francisco, la Hermandad se refugia en la iglesia de San Alberto, antiguo templo de un convento carmelita también desamortizado, donde sufre paulatinamente cada vez mayor decaimiento. En 1853 un grupo de hermanos decide reanudar sus salidas procesionales, trasladándose al Convento de las Religiosas de Pasión, en la Calle Sierpes. Por diversos problemas esta salida no llegó a efectuarse en Semana Santa, pero sí en el segundo día de la Pascua de Resurrección. En estos años, aunque sigue celebrando sus cultos, no llega a efectuar ninguna salida procesional, teniendo que abandonar esta nueva sede y volver a San Alberto en 1868 por sufrir la incautación del convento por parte de la Junta Revolucionaria. En 1870 hay un nuevo intento de revitalizar la Hermandad y reanudar su estación de penitencia pero, de nuevo, no fructifica. No obstante, las imágenes permenecieron en dicho templo donde recibían culto por parte de sus pocos hermanos hasta que, alcanzado un alto grado de postración, en Marzo de 1911, el secretario Cándido Blasco Ramos firma la entrega de bienes y depósito en el Arzobispado de los pocos que aún la Hermandad poseía, tras la acumulación de desgracias y perjuicios continuados que había sufrido a lo largo del siglo XIX. Por si no fuera poco, con fecha 12 de Abril de 1924, el Arzobispo de Sevilla, Cardenal Ilundain, convocó a los posibles hermanos de la Cofradía de la Vera Cruz a asistir a una reunión para decidir su futuro y promover su posible reorganización. A dicha reunión no debió de asistir ningún cofrade, a tenor de la disposición y reparto que se hizo de los bienes materiales de la cofradía.

Quiso la Divina Providencia que, en 1942, un grupo de jóvenes, deseosos de fundar una nueva cofradía en Sevilla, fueran instados por el Canónigo y Capellán Real D. José Sebastián y Bandarán a reorganizar la extinta cofradía de la Vera Cruz. Para ello él mismo donó una de las dos reliquias que del Santo Lignum Crucis posee la Hermandad. En Septiembre de ese mismo año se aprueban las nuevas reglas por parte del Arzobispado y se les ofrece a estos hermanos reorganizadores los pocos enseres que, en depósito, aún perduraban en el templo de San Alberto. Entre todos ellos, finalmente, sólo se efectuará la entrega de la imagen del Cristo y los documentos que configuran el archivo histórico de la corporación, por cuanto la primitiva imagen de la Virgen había desaparecido y el resto estaban en el Palacio Arzobispal, carecían de mérito o se encontraban en muy mal estado.

Dada la imposibilidad de poder realizar la salida procesional desde la iglesia de San Alberto así como las diferencias con la comunidad de PP. Filipenses (que habían obtenido por cesión el antiguo templo carmelita desamortizado), se decide fijar como nueva sede canónica para la cofradía la iglesia del antiguo Convento de Agustinas del Dulce Nombre de Jesús, en el barrio de San Vicente (actual sede). Así, en la noche del 2 de Noviembre era trasladado, a hombros de estos nuevos jóvenes hermanos, la imagen del Cristo de la Vera Cruz, iniciándose así una nueva etapa en la historia de la Hermandad. En este mismo año se encarga al imaginero Antonio Illanes una nueva imagen de la Virgen de las Tristezas y se comienzan a adquirir los enseres para retomar la salida procesional, que se llevará a cabo en 1944 pero sólo con la imagen del Cristo. Otro cambio sustancial de esta nueva etapa será que, a partir de este momento, la Hermandad hará estación de penitencia en la noche del Lunes Santo y no el Jueves, como era tradicional y aún mantienen la mayoría de las cofradías de la Vera Cruz de la archidiócesis.

Desde su reorganización en 1942, la Hermandad ha pretendido, olvidándose de anteriores posesiones de bienes materiales y abrazando el espíritu de pobreza y humildad franciscana, retomar su antiguo espíritu caritativo y profunda espiritualidad que en otros tiempos le mereció ser tomada como ejemplo para otras muchas cofradías. En este sentido, constituyó, en 1962, una “Bolsa de Caridad” destinada a la ayuda de los más necesitados, siendo pionera en incluir un Diputado de Caridad entre los miembros de su junta de oficiales; o realiza, en vísperas de la Navidad y desde los años 70, la denominada “Operación Carretilla”, saliendo a la calle a recaudar fondos y comida para sus asistidos, siendo emulada también por numerosas cofradías tanto de la ciudad como de otras localidades. También es miembro nato del “Economato Casco Antiguo” el cual sostienen las hermandades sevillanas que tienen su sede en este barrio, aportando tanto financiación como voluntarios para su administración.

De igual manera, y con independencia de las disquisiciones sobre su antigüedad y privilegios, tan usuales entre los cofrades sevillanos que acostumbran desde antaño a discutir y disputarse el honor de ser la cofradía más antigua, los cofrades de la Vera Cruz del siglo XX han tenido siempre como referencia la corporación fundada en 1448, su usos y costumbres, así como el espíritu franciscano que la vio nacer hasta tal punto de considerarse como una sola. Prueba de dicho reconocimiento y continuidad espiritual, en 1948, es decir, sólo seis años después de la reorganización, se celebra el V Centenario fundacional, con una serie de actos que culminaron con un pontifical presidido por el Cardenal Segura. Cincuenta años más tarde se celebró el correspondiente DL aniversario fundacional de la Hermandad, que culminó esta vez con Función presidida por el Vicario General en representación del entonces Arzobispo de Sevilla Amigo Vallejo, que ese año y con tal motivo presidió la Función Principal del Quinario. Previamente, en 1994, se certificaba por dicho Arzobispo que la Hermandad, con los títulos antes citados y sus reglas renovadas en 1993, era continuadora de la constituida en el año 1448. Por su parte, el 25 de Agosto de 1965 se renueva la Carta de Hermandad con la Orden Franciscana y en 1993 se conmemoró el V Centenario de la unión con la Orden Franciscana, teniendo lugar diferentes actos en los que participaron tanto el Superior de la Orden como el Arzobispo de Sevilla que presidió la eucaristía. Que la Hermandad goza de tal consideración es algo reconocido, hasta tal punto que en la eucaristía celebrada con motivo de la conmemoración del VIII Centenario de la fundación de la Provincia Bética Franciscana en la Catedral, la Hermandad de la Vera Cruz de Sevilla ocupó el último lugar en la procesión de entrada por deseo expreso de los organizadores, por tenerla considerada como la más antigua de cuantas hermandades y congregaciones terceras franciscanas que participaron en el evento.

Otro hito significativo de esta segunda etapa es la creación en 1970 y junto con otras, de la Confraternidad de Hermandades de la Vera Cruz, en la que se agrupan las Hermandades y Cofradías que bajo dicho título existen en España. Desde entonces, anualmente, se celebra una peregrinación el último domingo de septiembre de forma rotatoria y a solicitud de aquellas hermandades que lo soliciten. La sede de esta confraternidad está fijada en Sevilla y cada Lunes Santo, tras el paso del Cristo de la Vera Cruz, acompañan a la cofradía hispalense una representación de cada una de ellas, vistiendo su correspondiente hábito nazareno y portando varas. Fruto de dicha unión y con motivo de los actos del V Centenario del Descubrimiento de América, en 1992 se celebró el I Congreso Mundial de Hermandades de la Vera Cruz, de especial resonancia en todo el mundo académico y cofrade a nivel internacional. Por este motivo viajó por vez primera y se custodió con gran honra en la capilla de la Hermandad, durante la madrugada del día 22 de marzo y en permanente vela, la Reliquia del Santo Lignum Crucis del Monasterio de Santo Toribio de Liébana, depositado por S.E. el Obispo de Cantabria, que celebró solemne Eucaristía aquella tarde, trasladándose al día siguiente en Solemne procesión hasta la Catedral donde se celebró pontifical.

Una de las modificaciones incorporadas a las reglas de la Hermandad, aprobadas el 30 de Enero de 1987 y derivadas de la adaptación de éstas al nuevo Código de Derecho Canónico aprobado en 1983, fue la no distinción entre sexos, lo que supuso la plena incorporación de las mujeres a la vida de Hermandad y, de forma más concreta, la posibilidad de poder participar en la Estación de Penitencia la tarde-noche del Lunes Santo. Por tal motivo, y no exento de polémica y controversia, en la Semana Santa de 1987, la Hermandad de la Vera Cruz contó por primera vez con hermanas nazarenas en sus filas, siendo la primera en hacerlo en la Semana Santa de Sevilla.

Para llevar a cabo los fines que tiene encomendados, además del mantenimiento del templo y su apertura y celebración eucarística diaria, la Hermandad adquirió e inauguró en 1992 un inmueble cercano para destinarlo como “casa-hermandad”. Años más tarde, le fue cedido por el Ayuntamiento los denominados “Baños de la Reina Mora” del siglo XII y que habían formado parte del extinguido convento de Agustinas anexo al templo que actualmente cobija a sus imágenes titulares. Rehabilitado dicho inmueble y puesto al servicio de los hermanos todas estas dependencias colindantes y conectadas entre sí, es habitual que se celebren en ellas las reuniones mensuales del “grupo de oración”, conferencias y charlas formativas, especialmente para los jóvenes, convivencias, el certamen anual de los “Juegos Florales” dedicados a la Vera Cruz en el mes de Mayo, ensayos de los grupos de coro, costaleros, acólitos… así como las actividades propias para la gestión de la cofradía (Cabildos, archivo histórico, administración económica y secretaría, diputación de Caridad…) y disfrute de sus casi 1600 hermanos.

En el templo, por su parte, se celebran anualmente los cultos solemnes dedicados a la Santa Vera Cruz (14 Septiembre), San Francisco (Octubre), difuntos (Noviembre), Inmaculada Concepción (8 Diciembre), Navidad, Quinario (iniciándose el Miércoles de Ceniza y culminando el primer domingo de Cuaresma), y los propios de la Semana Santa que se inician el Viernes de Pasión con la veneración y celebración de un Vía Crucis con la imagen del Cristo y tienen su cénit en la noche del Lunes Santo cuando salen en procesión hacia la Catedral. El Domingo de Resurrección celebra la Hermandad misa solemne con la que inicia nuevamente su particular ciclo litúrgico.

Una de las últimas actividades incorporadas al quehacer de los hermanos de la Vera Cruz es la mantener un grupo horario durante todas las semanas del año en la Adoración perpetua al Santísimo Sacramento que en Sevilla tiene lugar en la antigua Capilla de San Onofre, uno de los pocos vestigios que quedan en pie del antiguo Convento Casa-Grande de San Francisco.

Mantiene la Hermandad estrecha vinculación también con la comunidad de HH. Clarisas Capuchinas del cercano Convento de Santa Rosalía, fruto de su estancia entre los años 1970 al 75 así como posteriores estancias breves con motivo de diferentes obras que se han sucedido en el templo. Por tal motivo, además de atender las necesidades que las hermanas pudieran demandar, las imágenes son trasladadas al citado convento una vez al año: El crucificado durante el Vía Crucis del Viernes de Pasión y la imagen la Virgen de las Tristezas el tercer Domingo de Septiembre, celebrándose misa solemne antes de regresar con motivo de la festividad de los Dolores Gloriosos.

Mucho tiempo nos separa desde las últimas décadas del siglo XV y, por lo tanto, mucho ha cambiado la religiosidad popular y la forma de realizar la “estación de Penitencia” que en Sevilla, y como parte de su Semana Santa, constituye una de las principales manifestaciones públicas de Fe. A pesar de todo, aún se mantienen formas de hacer, ritos y costumbres que, heredados de generación en generación, configuran nuestra actual cofradía.

Por las reglas aprobadas en 1501 sabemos que, antaño, para la procesión del Jueves Santo, todos los hermanos estaban obligados a presentarse a las cinco de la tarde, confesados y comulgados. Los hermanos de sangre vestían con camisa larga de anjeo ceñida a la cintura con el cordón franciscano y no debían faltarles ni capirotes romos ni las disciplinas. Los hermanos de luz iban con sus túnicas negras y las hachas. Todos debían llevar los escudos de guadamecí con la insignia de la Santa Vera Cruz y hacer la estación preferentemente descalzos o con alpargartas los que no pudieran. Ya formados y habiendo visitado la primera estación, el Sagrario del Convento de San Francisco, salían con dirección a la Catedral, Divino Salvador, Santa María Magdalena y Convento de San Pablo. Iban sin música, tan sólo acompañados por cuatro trompetas tañendo dolor, como manda su Regla. Se recogían en el Convento en la madrugada del Viernes Santo, para poder ganar las gracias de ambos días.

En la actualidad, los cofrades, ya revestidos con su túnica de ruán de color negro, cinturón ancho de esparto y cíngulo franciscano, se reúnen las seis de las tarde del Lunes Santo para celebrar solemnemente la eucaristía (denominada popularmente como la “Misa de Nazarenos”). Es costumbre disponer un buen número de sacerdotes para facilitar la celebración del Sacramento de la Reconciliación por parte de los hermanos y la participación como concelebrantes de aquellos que son hermanos de la cofradía. En el ofertorio se deposita en el paso de la Stma. Virgen una bolsa con todos los donativos que los cofrades han ido ofreciendo a su llegada al templo y que fue entregado durante los días de reparto de las “Papeletas de sitio”. A su finalización se inicia la organización del cortejo y su salida hacia la Catedral.

Todos lo que participan en la procesión siguen llevando en el pecho el escudo de la hermandad y colgando de su cuello, la cruz con el cordón negro y verde que los distingue como cofrades de esta corporación. También ha sido tradición el que muchos de los nazarenos vayan descalzos, ya sea portando un cirio encendido, una cruz de penitencia o cualesquiera de las insignias o varas que recuerdan, en sus diferentes símbolos y colores, los títulos e historia de esta Archicofradía.

Abre el cortejo la Cruz de Guía, que porta en su interior un “Ligmun Crucis” y en la que figura el lema “Toma tu cruz y sígueme”. Tras de ella, filas de nazarenos hasta alcanzar el paso donde figura el Cristo de la Vera Cruz, portado por costaleros. Va iluminado por cuatro hachones de cera verde y precedido de una capilla musical que va entonando motetes y piezas compuestas y dedicadas a los titulares de la cofradía. Este año de 2025 la Hermandad estrenará un relicario con una piedra del monte calvario, obsequiada por los Franciscanos custodios de Tierra Santa y que figurará en las andas del crucificado. Tras el paso de cristo, los cofrades de las hermandades de la cofraternidad y, de nuevo, hermanos nazarenos portando cirios verdes. Finalmente, un segundo relicario del Lignum Crucis portado por un nazareno que, hasta la pandemia de Covid-19, era besado por numerosos fieles que se acercaban hasta él para venerar la reliquia. En último lugar, el paso de palio con la imagen de la Virgen de las Tristezas, vestida de riguroso luto, cierra el cortejo. En el frontal de dicho paso, entre los cirios de la candelería, figura una miniatura en plata de la Virgen de Covadonga, regalo que fue de NH Fernando Fernández Gutiérrez, quien fuera asturiano de nacimiento y hermano mayor de la corporación en los años sesenta del pasado siglo.

A la entrada de la cofradía, en absoluto silencio y recogimiento, sólo alumbrados por la luz de las velas de los pasos y los altares, los cofrades reciben la bendición solemne con su Divina Majestad y rezan un padrenuestro en memoria de los hermanos difuntos de la corporación. A continuación, el hermano mayor se dirige a todos los presentes bajo la siguiente fórmula “Hermanos, hasta el año que viene si Dios quiere”, tras la cual todos se descubren y dan por finalizada la Estación de Penitencia, hasta el año próximo.

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