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Recorrido por casas y palacios de la Judería (I)

El Palacio de los Marqueses de Salinas:

En el siglo XVI, Sevilla era la ciudad más importante de Europa. A su puerto llegaban las riquezas del Nuevo Mundo, que después de distribuían por todo el continente.
El mejor Renacimiento se combinó con el Gótico y el Mudéjar, en una armonía de estilos única en el mundo.
Situada en la Calle Mateos Gago, justo enfrente de la Parroquia de Santa Cruz, acogió junto con otras mansiones a gente ilustre y acaudalada, siendo Baltasar Jaén el primer propietario de la casa.
A principios del siglo XX, la casa pasó a ser propiedad de la Familia Salinas, que la sometió a un proceso de restauración para devolverle su aspecto original, que había sido alterado.
En la actualidad, luce sus primitivas estructuras del siglo XVI con elementos propios de la época de su construcción.

La Casa de Pérez Comendador:

La que fuera conocida como Casa de Pérez Comendador se levanta manteniendo la planta y la estructura del siglo XVI. En su interior destacan los artesonados, la azulejería y un espléndido patio sobre columnas de mármol. Incluso, un lienzo de la fachada lateral es parte de la antigua muralla que circundaba la judería sevillana en la Edad Media.

Esta casa es, desde 1983, Bien de Interés Cultural con la tipología jurídica de monumento, y desde 1994 fue la sede de la Fundación Cristina Heeren de Arte Flamenco, que se encargó de la rehabilitación y restauración del inmueble. Antes, y de ahí su nombre, había sido por un tiempo residencia del escultor extremeño Enrique Pérez Comendador, que fue Numerario de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, entre sus muchas distinciones y reconocimientos.

La Casa de los Ibarburu:

En la confluencia de las Calles Aire y Federico Rubio, constituye un buen exponente de la casa noble sevillana del siglo XVII, aunque experimentó notables reformas posteriores, especialmente en el siglo XVII, cuando perteneció a Lorenzo Ignacio de Ibarburu y Bilbao, Caballero de Santiago, cuyas armas campean en la fachada principal del edificio.
Presenta dos plantas al exterior, con portada principal haciendo chaflán, flanqueada por pilastras jónicas que sostienen un entablamento y frontón partido con el escudo nobiliario. Corona el conjunto un robusto tejaroz.
La entrada principal a esta casa es por la Calle Federico Rubio, por donde se accede a un apeadero con patio y galería cubierta, que a su vez desemboca en el patio principal, que presenta arcos sobre columnas en la planta baja, además de balcones en la superior.
En medio conserva una bella fuente de mármol blanco con una figura infantil como remate. Son interesantes los zócalos de azulejos existentes en el patio y otras habitaciones de la casa, así como los artesonados y yeserías que cubren la escalera y algunas dependencias.

La Casa del Conde de Ibarra:

Encontramos la misma, en la esquina de las Calles San José y Conde de Ibarra. Estamos aún en el primer Regionalismo, y por tanto, en el momento de mayor auge del neomudéjar, que se considera la vía óptima para reflejar el espíritu arquitectónico histórico de Sevilla.
Este estilo se materializa en los arcos y aleros tejados de inspiración árabe en un conjunto que, paradójicamente, se distingue por la sobriedad y la contención ornamental. No obstante, alcanza gran vistosidad con el contraste entre el predominio absoluto del blanco con el ladrillo visto limitado a las embocaduras, que se acompaña del minucioso colorido del azulejo.
Las soluciones neomudéjares, se limitan ahora a los huecos, ventanas y puertas. En esta época, Aníbal González ya había recibido la feliz noticia de la selección de su proyecto para la Exposición Iberoamericana por encima de la otra propuesta de talante modernista, de hecho, la construcción de la vivienda para el Conde de Ibarra corre paralela a la del Pabellón Mudéjar, por lo que se planea dentro de la consolidación del estilo regionalista que habría de perdurar con absoluto protagonismo en la ciudad por veinte años.

La Casa de los Marqueses de Marchelina:
Se encuentra ubicada en la Calle Conde de Ibarra nº 18. Es el resultado de diversos procesos constructivos, que proceden de obras de los siglos XIV al XX, siendo los más importantes los de inicios del siglo XVI, las reformas del XVII y el XVIII y sobre todo el de 1774, que prestó al edificio su fisonomía actual.
La cerca de la Aljama de los judíos, que corría por la línea que dibuja la actual acera de los pares de Conde de Ibarra, se debió conservar en pie hasta el siglo XVIII, formando el límite Norte del solar-edificio hasta que se levanta en 1774 el que hoy vemos, quedando restos localizados en subsuelo de las Estancias 1 y 4 y emergentes en la medianera con la actual casa vecina de Conde de Ibarra nº 16.
Del siglo XV posiblemente deben ser los restos localizados de una edificación anterior al edificio del siglo XVI, centuria en la que arranca la documentación escrita conocida que se conserva. Se trata de los restos de un espacio abierto, ajardinado, en el que el agua se erigía también de protagonista.
Del siglo XVI inicial son los más antiguos muros emergentes conservados, siendo de tapial y con una orientación divergente de la que la edificación del XVIII imprime.

La Casa de los Condes de Ibarra:

Situada en el número 3 de la Calle San José, fue la residencia de los Marqueses de Castilleja del Campo. El escudo de esta familia estuvo presente en la fachada de esta casa hasta la reforma que tuvo lugar al comienzo del siglo XX, por Aníbal González.

También hubo cambios en el interior del edificio, tomando un aspecto historicista. Con elementos inspirados en la Casa de Pilatos y el Palacio de las Dueñas.

Exteriormente, la casa presenta una fachada de tres plantas. Siendo la portada de piedra en la que se asienta el balcón principal, flanqueado por dos cierres neoplaterescos de hierro. En su interior hay un apeadero con cocheras y un pequeño patio. Hay otro patio al fondo que es el principal, el cual tiene una cancela de acceso. Este último patio es de dos plantas, la inferior tiene arquerías peraltadas sobre columnas de mármol adornadas por yeserías neorrenacentistas, y la superior de balcones con balcones con antepechos de balaustres de hierro.

La casa conserva restos de azulejos antiguos e interesantes artesonados, entre los que destaca el del salón principal con los escudos de los Marqueses de Castilleja del Campo, los cuales fueron sus anteriores propietarios

La Casa de Benito del Campo:

La estrechez de la calle impide contemplar de una manera óptima este edificio del siglo XVIII que se encuentra frente al Convento de Madre de Dios. Fue mandado construir por Benito del Campo y Rodríguez de Salamanca, Caballero Veinticuatro, procurador mayor de la ciudad y caballero maestrante.
Se iniciaron sus obras en 1771 y se concluyeron en 1775, año en que se casó con Soledad Linden Colarte, hija de los Marqueses de Tablantes. Es por tanto, una construcción de nueva planta y no fruto de la adaptación de un edificio anterior a los gustos dieciochescos.
Permaneció como residencia privada hasta 1880, cuando falleció su propietario Ildefonso Núñez de Prado y Góngora de Armenta. Fue adquirida por el Monte de Piedad para su sede y, en 1992. fue rehabilitada para la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

La Casa natal de Santiago Montoto:

En el número 3 de la Calle Levíes, se encuentra la casa donde residió D. Luis Montoto. En la misma nació su hijo, Santiago Montoto, insigne escritor e historiador sevillano y miembro de la Real Academia Sevillana de las Buenas Letras.

El Palacio de los Mañara:

Situado en la Calle Levíes nº 27, las primeras noticias que se tienen son del siglo XV. Es entonces cuando se levanta, a instancias de un miembro de la Familia de los Almansa, sobre restos de edificaciones anteriores que incluían una casa de tipología mudéjar. De aquella primera edificación aún se conservan zócalos con pinturas murales en una de las salas de la planta baja, probablemente realizadas en el segundo tercio de ese mismo siglo.
El auge económico de Sevilla durante la centuria siguiente trajo como consecuencia para la ciudad la llegada de numerosos extranjeros que buscaban aquí riqueza y prosperidad. Entre ellos estaba Tomás de Mañara Leca y Coloma, que a su muerte deja como heredero a su hijo Miguel, que lejos de aspiraciones comerciales dedicó los últimos años de su vida a obras de caridad, siendo gran benefactor del Hospital de la Caridad.
En el siglo XIX y durante la invasión napoleónica el palacio es utilizado como cuartel de las tropas del Mariscal Soult, Siendo saqueado y destrozado.
La Hermandad de la Santa Caridad adquiere el edificio en 1916, fecha a partir de la cual el palacio pasa por distintos usos, siempre relacionado con actividades industriales. Algo más tarde, a partir de los años cincuenta y hasta 1970 fue usada como escuela pública, y posteriormente y tras un período de abandono total, queda incluido en el Plan de Rehabilitación del barrio de San Bartolomé quedando habilitada para sede de la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.

La Casa de los Armenta:

Ubicada en el número 4 en la calle de igual nombre, fue el domicilio de la familia Armenta. Su escudo de armas aparece en el dintel de la puerta principal.

La fachada de dos plantas y ático es bastante amplia pero sin adorno alguno, como se corresponde a la arquitectura del finales del siglo XVI y comienzos del XVII.

Tiene un zaguán de entrada, además de un patio con arquerías superpuestas en tres de sus frentes sobre columnas de mármol. Tiene una escalera que conserva azulejos del siglo XVIII.

Nota, el orden de las fotos es el siguiente: Palacio de los Marqueses de Salinas, Casa de Pérez Comendador, Casa de los Ibarburu, Casa del Conde de Ibarra, Casa de los Marqueses de Marchelina, Casa de los Condes de Ibarra, Casa de Benito del Campo, Casa natal de Santiago Montoto, Palacio de los Mañara, la Casa de los Armenta.

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